Arthem Blonders llego a las puertas de una villa dónde el mal era su mayor existia en su mayor exponente. Entró y automaticamente le lanzaron dos kunais, uno por cada lado. A pesar de éso, no se immuto. Se le clavaron en la barriga y en la espalda pero sigui andando, no queria comenzar una lucha así que sigui hasta el despacho del Otokage.
Cuando estaba a escasos metros del edificio dónde se allaba el kage, cientos de ninjas aparecieron con ganas de luchar. Joder que problematico pensó, no hizo nada más que sentarse en el suelo, dejando la guitarra que llevaba siempre con él recostada en su brazo derecho y encendió un cigarrillo.
Otokage! Sal aquí a fuera si tienes cojones! El mejor soldado que vas a tener nunca entre tus filas ha llegado!
Luego, simplemente, esperó.